Migración Global |
En este hilo, iré aportando capítulos muy interesantes del libro "El banco Mundial, el golpe de Estado permanente" escrito por Eric Toussaint.
Inicio la serie con este primer aporte sobre el apoyo que el BM ha dado a los movimientos migratorios ocasionando un remarcable cambio social y económico a nivel mundial, en especial a los países donde el BM ha forzado la migración a ciertos grupos.
Corresponde a una parte del capitulo 9 del libro " El Banco Mundial, el golpe de estado permanente "
El Banco Mundial colaboró activamente en el siniestro proyecto de transmigración, alguna de cuyas facetas constituyen crímenes contra la Humanidad. El desplazamiento —en ciertos casos forzoso— de millones de personas de las islas de Java y Sumatra hacia otras islas del archipiélago y el desposeimiento de los indígenas de estas islas.
El Banco, sobre todo durante los quince años del período dorado del programa (1974-1989), fue su principal fuente de financiación externa. Los historiadores reconocen esta responsabilidad del Banco: «A mediados y a finales de los años 70, el Banco apoyó y prestó asistencia al controvertido programa consistente en el desplazamiento oficial y subvencionado de las familias de Java hacia otras islas.» Esta colaboración no se limitó solamente a un apoyo financiero y técnico. También aportó su apoyo político al proyecto.
Entre 1950 y 1974, el número de personas desplazadas en el marco de la transmigración llegaba a unas 664.000 personas. Pero, a partir de 1974, con el apoyo del Banco Mundial, serían alrededor de 3,5 millones los desplazados y asistidos y otros 3,5 millones que emigraron por su propia cuenta. El Banco Mundial contribuyó directamente a los desplazamientos y reinstalaciones, y sus préstamos permitieron por una parte cubrir, en su casi totalidad, las migraciones «oficiales», 2,3 millones de personas, y por otra parte «catalizar» la reinstalación de unos 2 millones de migrantes espontáneos.
Aunque el Banco Mundial calificara la transmigración como «el programa de reinstalación voluntaria más grande del mundo», muy pronto se vio que el programa también servía para desembarazar a Java de habitantes indeseables. Así, en las principales ciudades javanesas, los «no conformistas», los viejos, los enfermos (incluidos los leprosos), los mendigos y los vagabundos se vieron forzados a optar entre desaparecer en el campo (donde tenían pocas posibilidades de sobrevivir), o bien sumarse a la transmigración. De noche, se los cargaba en camiones del ejército y eran llevados a los «campos de tránsito», donde los formaban con vistas a su reinstalación. El matrimonio era un criterio obligado de selección: las autoridades organizaban matrimonios forzados entre los solteros de la partida, y cuando se trataba de personas reclutadas a la fuerza, el departamento de asuntos sociales organizaba ceremonias de matrimonio en masa.
Los proyectos relacionados con la transmigración que contaron con más apoyo de esta institución fueron aquellos en los cuales intervenían directamente firmas privadas nacionales o extranjeras capaces de alimentar el comercio exterior y de atraer inversiones transnacionales más ambiciosas (en particular, proyectos de plantaciones industriales).
La explotación desenfrenada de los recursos de las islas exteriores se efectuó en beneficio del gobierno central y de las firmas explotadoras, pero con gran perjuicio de la población local, una gran parte de cuyo hábitat y de sus medios de subsistencia fueron destruidos para siempre. Las tierras de las islas periféricas se consideraban «vacías», ya que los indígenas que en ellas vivían desde tiempo inmemorial no tenían títulos de propiedad. Estas tierras se declaraban entonces «al servicio del Estado» y se confiscaban a la fuerza, la mayoría de las veces sin compensaciones. El Banco Mundial también apoyó al gobierno en sus actos de expropiación de las tierras pertenecientes a los indígenas, aunque nunca lo confesó oficialmente.
La transmigración heredó los terrenos no reservados a las concesiones forestales, cuya característica común era la de ser muy poco productivos. Porque a los agentes del gobierno encargados de señalar los terrenos a desbrozar poco les importaba que estos lugares fueran cultivables. Ellos debían señalar, en un mapa, la información relativa al acceso a los sitios, a la superficie a deforestar y a la cantidad de familias que en ellos se podían instalar.
La selva, recurso vital de la población autóctona en todos los aspectos, fue desapareciendo poco a poco por una parte por la acción de las empresas de explotación forestal y de plantaciones comerciales y, por otra parte, de los equipos gubernamentales encargados de desbrozar áreas destinadas a la agricultura y a la instalación de los migrantes.
Por otra parte, las empresas mineras (ver el caso de la compañía minera estadounidense Freeport McMoran reducían a polvo las montañas y vertían cotidianamente en los cursos de agua toneladas de residuos minerales, contaminándolos sin remedio. Como los ríos constituían la única fuente de agua de los nativos, la polución provocó grandes catástrofes sanitarias. La extracción de petróleo a lo largo de las costas también causó un grave perjuicio a la fauna y la flora marinas, otras fuentes de alimentación de la población.
Demolición de la montañas por Freeport-McMoRan |
A finales de los años 80 abundaron las críticas, numerosas y virulentas, tanto en el interior como en el exterior del archipiélago, acusando al Banco Mundial de participar en un proyecto de dominación geopolítica que multiplica los atropellos sociales y ecológicas y no respeta los derechos humanos en sus procedimientos. En efecto, el Banco Mundial había tenido un papel protagonista en un proyecto cuyas consecuencias fueron nefastas e irreversibles: control de la población nativa de las islas exteriores y violación de su derecho de propiedad del suelo; coste exorbitante de los desplazamientos (7.000 dólares por familia, según estimaciones del propio Banco considerando los resultados, porque según un estudio del Banco de 1986, el 50 % de las familias desplazadas vivían por debajo del nivel de pobreza y el 20% por debajo del nivel de subsistencia; problemas de densidad de población persistentes en Java; deforestación masiva de las islas exteriores.
El Banco Mundial, acusado desde todos lados decidió cesar la financiación destinada a la instalación de nuevos sitios de transmigración y a la cobertura del traslado de los transmigrantes. Concentró sus préstamos, de todos modos, en el reforzamiento de las aldeas ya existentes y en el mantenimiento de los cultivos comerciales, es decir, que abandonó sólo parcialmente su participación en el programa.
Por supuesto, el Banco desmintió todas las alegaciones formuladas por los observadores críticos y decidió, en 1994, realizar un estudio de evaluación interna acerca de los proyectos financiados por la institución a fin de determinar sus eventuales responsabilidades. En dicho informe admite una parte mínima de responsabilidades: que el proyecto de Sumatra «ha tenido efectos negativos y probablemente irreparables» sobre la población kubu, pueblo nómada cuya supervivencia se basa en el cultivo en barbecho, la caza y la recolección en la selva; y pone en evidencia que «aunque la existencia de los kubus en las zonas del proyecto se conozca desde la planificación del proyecto, se efectuaron pocos esfuerzos para evitar los problemas».
Los préstamos del Banco Mundial para el programa de transmigración se ajustan exactamente a la constitución de una deuda odiosa: fueron contraídos por un régimen despótico que pudo emplearlos para fines represivos; no se usaron para servir al bienestar de la población. En consecuencia: esta deuda es nula y sin valor; debe ser cancelada. Pero sería insuficiente quedarse en esto. Como se ha visto, el proyecto de transmigración que el Banco Mundial apoyó implicó el desplazamiento forzoso de ciertas poblaciones. El Banco no puede afirmar simplemente que no lo sabía. También ha sido cómplice de la violación de los derechos de los pueblos indígenas que habitaban las zonas colonizadas por dicho proyecto. Estos actos tan graves no pueden quedar impunes.
( Fin de una parte del capitulo 9 del libro " El Banco Mundial, el golpe de estado permanente ")
Luisa Vicente
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