LA EUTANASIA ES UN FRACASO SOCIAL Y POLÍTICO

              NACIONES UNIDAS, EL NUEVO MODELO DE FAMILIA Y LA EUTANASIA 

Desde hace años nos asediaron con grandes campañas informativas desde los platós de la TV en canales como la Sexta, sobre el envejecimiento de la población mundial y sus efectos devastadores sobre la economía. ¿Cuál era el propósito de estas campañas? Hoy tenemos la respuesta de aquella propaganda intencionada. El Año Internacional de la Familia de 1994, según Organismos Internacionales era la ocasión para reafirmar los derechos y responsabilidades de la familia. ¿ Que ha pasado menos de tres décadas después ? ¿ Qué ha sido de enfrentar los desafíos del envejecimiento y la transformación del modelo de familia ?

Una campaña política impecable poco antes de la pandemia, esgrimió razones sociales para convencernos de que la eutanasia permitiría a los viejos, enfermos y disminuidos “morir dignamente.” ¿Dónde queda la ley 39/ 2006 de Promoción de la Autonomía Personal y atención a las personas dependientes en vigor desde enero del 2007 ?

La eutanasia representa un nuevo fracaso político y aparece en un momento crítico como resultado de un extremado gasto público que España no quiere pagar. Es la herramienta ideal para mantener el equilibrio presupuestario de la economía. Esa es la razón por lo que el gobierno ha sustituido la ley 39/2006 de atención a las personas dependientes por la ley de la eutanasia. 

Las peroratas del Gobierno sobre la longevidad de nuestra sociedad es un claro mensaje para decirnos que el estado del bienestar ha llegado a su fin. La alternativa que nos dan es el modelo de "la sociedad participativa", eufemismo que trata de esconder la realidad que vivimos; si quieres una pensión el día de mañana, contrata un fondo de pensiones privado con un banco; si quieres sanidad, contrata un seguro de salud privado, así con todo lo básico que un persona necesita. Nos están diciendo que en esta sociedad solo hay cabida para las personas que dispongan de medios económicos suficientes. 

Desvalorizar la vida ha cambiado la empatía social que antes existía hacia los grupos vulnerables, ancianos, dependientes y disminuidos, y se ha transformado en olvido e indiferencia hacia ellos. La solución ha sido hacinarlos en residencias hasta el final de sus días, donde en la mayoría de ellas son atados a los muebles y sin movilidad alguna durante horas y horas. Es permanente la ingesta de somníferos administrados sin control para callarlos y  que no molesten al personal. Desasistidos en su limpieza personal y durante las horas de las comidas, se ven obligados a comer solos y muchas veces no lo consiguen, por lo que se quedan apenas sin comer y acaban padeciendo desnutrición severa. Permanecen semi abandonados durante todo el tiempo respirando en ambientes cerrados sin apenas ventilación y sin luz natural. Lo más triste de todo, es el desinterés por ellos por parte de  los políticos y de las Administraciones que deberían controlar lo que allí ocurre, pero no lo hacen. Solo en el caso de que se acumulen denuncias de familiares sobre el trato y el servicio que reciben los internos y los  hayan grabado en videos, la Fiscalía determina una inspección que se salda con multas ridículas, sin que se destituya  a ningún responsable, por lo que tiempo después  todo continua igual. 

La integración de la mujer al mundo laboral también ha fomentado aceptar la eutanasia sin reparos. La mujer desea trabajar y ocupar puestos de importancia, por tanto no quiere tomar a su cuidado a los ancianos y enfermos de la familia porque no le sale a cuenta sacrificarse por ellos. El futuro que nos espera es una sociedad individualizada, donde cada uno tendrá que cuidarse así mismo mientras pueda. Cuando tenga que depender de otra persona, deberá encarar seriamente un suicidio asistido.

Desvalorizar la vida no es la solución al problema económico que tenemos. A la vuelta de unas décadas, la realidad va a demostrar a los Gobiernos que no habrá desarrollo económico sin familias que no tengan hijos, que serían los trabajadores del futuro que sustentarían el gasto social y las pensiones. 

Las vidas de "las personas obsoletas" no parece tener valor alguno para los Gobernantes cuando hablan de" poner fin al sufrimiento inútil de los ancianos" , pero no deberían olvidar que esos viejos que han muerto y morirán pidiendo suicidarse con la ayuda de un médico, más por sentirse solos y abandonados que por estar enfermos, han pagado todos los sueldos de quienes han dictado las leyes contra el derecho al cuidado que deberían tener todos los ancianos, enfermos y dependientes en cualquier país.

Hay que reconocer que las directrices que impuso Naciones Unidas para desarticular el modelo tradicional de familia de padres, abuelos y  nietos, para imponer la legitimización de las uniones alternativas de personas del mismo sexo, logrará reducir de manera ostensible la natalidad, que junto a la pandemia del suicidio asistido que ya se está dando en los países que cuentan con la ley de la eutanasia, especialmente en Canadá,  Holanda y Luxemburgo, donde prácticamente se ha duplicado,  alcanzarán el anhelado equilibrio económico que tanto preocupa a las Organizaciones Internacionales para sus intereses.

Luisa Vicente

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